domingo, 12 de noviembre de 2017

Incentivos tributarios: ¿sirven de algo?

Nuestros economistas conversan sobre la conveniencia o no de otorgar exoneraciones y otros beneficios tributarios. Aquí el diálogo entre Maynardo (M), quien se muestra a favor de otorgar incentivos tributarios bajo ciertas circunstancias, y Adamo (A), quien está en contra.
A: Se ha vuelto a poner sobre el tapete los beneficios tributarios para las aerolíneas. Ahora quieren restablecer una exoneración que estuvo vigente hasta el 2015 y que le significó pérdidas al fisco del orden de S/ 1,767 millones. ¡Ay Maynardo, los congresistas siempre perforando nuestro sistema tributario!
M: Yo creo que hay que darle el beneficio de la duda. De acuerdo con cifras oficiales, este incentivo ayudó a dinamizar el sector, pues el parque aéreo nacional creció en 33%, cifra muy superior a la que se tenía antes de estas exoneraciones.
A: El ministro Giuffra tiene razón cuando dice que urge recuperar los ingresos fiscales frente a la desaceleración de la economía y que no es momento para introducir exoneraciones tributarias como esa. Con ingresos tributarios por debajo del 13% del PBI, debemos evitar toda nueva perforación y, más bien, eliminar algunos beneficios tributarios que no se justifican.
M: No caigamos en el fundamentalismo mi querido Adamo. Sin duda, que existen incentivos tributarios que son efectivos pues compensan el déficit de infraestructura y los grandes sobrecostos que enfrentan algunas actividades, en particular, las que en ausencia de estos incentivos no pueden desarrollarse. Más adelante, cuando estas actividades hayan florecido y los incentivos ya no resulten necesarios para su supervivencia, estos podrán eliminarse. En principio, los incentivos tributarios pueden sernos útiles, sujetos a tres condiciones: que sean temporales, focalizados y sujetos a evaluación de impacto.
A: Menciona algún beneficio tributario que haya sido realmente exitoso en promover una actividad.
M: Hay varios sectores que se han desarrollado al amparo de beneficios tributarios. El ejemplo más claro y contundente es el de la agricultura moderna. La revolución del agro en la costa y los cientos de miles de puestos de trabajo que generó se explican por el flujo de inversión privada que se canalizó al sector después de que este gozase de un régimen tributario y laboral especial. Otro ejemplo es la acuicultura, que hasta el 2013 estaba sujeta a una tasa de 15% de impuesto a la renta, y gozaba del mismo régimen laboral que la agricultura. Durante el periodo 2003-2013, mientras la acuicultura gozó de estos incentivos, las exportaciones acuícolas se multiplicaron por 12. Hoy, que le retiraron estos incentivos, están languideciendo.
A: No creo en los sectores que crecen por contar con incentivos tributarios. Y creo que el argumento de la “industria naciente” que tú esbozas es muy peligroso; su uso y abuso (como en las zonas de selva o alto andinas) ha servido para llenarnos de perforaciones que nos cuestan miles de millones de soles.  
M: De acuerdo con evitar los abusos y cuidarse de empresarios mercantilistas.
A: El MEF estima que los beneficios y exoneraciones tributarias nos costarán S/ 16,500 millones en el año 2018. Esto representa 2.2% del PBI. ¡Es una barbaridad! Solo el sector agropecuario lleva a que se dejen de pagar S/ 4,131 millones. El caso del IGV para la Amazonía, nos cuesta otros S/ 2,272 millones de acuerdo con cifras del MEF. ¿Y quién se lo lleva? Los comerciantes y especuladores, sin ningún impacto sobre su desarrollo.
M: En el tema de la Amazonía –y tal vez en algún otro caso– estoy de acuerdo contigo en que es hora de retirarlos. Pero no por eso se puede afirmar a rajatabla que todo incentivo tributario es perverso. Así como los impuestos son un instrumento de política económica, los incentivos tributarios también lo son. Bien usados y dosificados, pueden contribuir a fomentar el desarrollo de determinadas actividades adecuadamente identificadas por el Estado.
A: Baah…esa perorata de los incentivos, las “industrias estratégicas” y la “diversificación productiva” la he escuchado por demasiado tiempo. Lo cierto es que en la última década el Estado dejó de recaudar 93 mil millones de soles por estos privilegios. Y los sectores más favorecidos fueron el agroexportador, educativo, bancario, hidrocarburos y el minero.
M: Coincidirás conmigo en que es necesario evaluar cuál ha sido el impacto de los incentivos sobre el crecimiento de estas actividades. Tú ves solo el costo pero no el beneficio. Hay que medir ambos efectos y coincido contigo en que, si un incentivo no funciona luego de un tiempo prudente, hay que retirarlo.
A: Esos S/ 93 mil millones que no recaudó el Estado en la última década equivalen al 30% del costo de cerrar el déficit nacional de redes de agua y desagüe, y representa 20 veces el monto que se destinó a los programas sociales Beca 18, Qali Warma y Cuna Más en el último quinquenio. ¿Nuestros gobernantes entiende el concepto de costo de oportunidad?
M: Está bien, pero no te molestes… Hay que aplicar los incentivos con racionalidad. Los incentivos tributarios han contribuido al crecimiento económico en países como Corea del Sur, Malasia, Irlanda, Taiwan y Singapur.
A: Puede ser, pero no olvidemos dos puntos centrales. Primero, hay que medir el costo de oportunidad; y, segundo, muchas veces estos incentivos terminan siendo solo rentas para empresas que se dedican a hacer lobbying para no perder sus “beneficios adquiridos” y, la verdad, no promueven de manera efectiva nuevas inversiones.
M: No olvides que no es inusual que los incentivos tributarios a las inversiones sean una respuesta a lo que hacen los países vecinos. En el mundo globalizado de hoy los países compiten entre ellos para atraer inversiones. Esto se ve con claridad en sectores extractivos. No somos una isla, mi querido Adamo.
A: Los incentivos tributarios no solo no promueven el crecimiento económico, sino que generan distorsiones en la asignación de recursos escasos, proporcionan una oportunidad para la corrupción y la búsqueda de rentas. Y en cambio, la evidencia de sus beneficios en escasa y poco concluyente. Por eso, es urgente dejar de promoverlos y empezar a eliminarlos.

M: ¿Una oda para el fundamentalismo? Parece que no nos entendemos…

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