miércoles, 16 de noviembre de 2016

APPs : ¿La panacea?

Dos economistas conversan sobre la necesidad de fomentar las asociaciones público-privadas (APPs) para el desarrollo de infraestructura. Aquí el diálogo entre Adamo (A), a favor de las APPs, y Maynardo (M), en contra.
A: El gobierno ha anunciado el relanzamiento del programa de asociaciones público-privadas (APPs) para acelerar el cierre de la brecha en infraestructura. Sin duda, una buena noticia ¿No crees Maynardo?
M: Me parece que hay mucho de fetiche en este tema de las APPs. Muchos creen que es una panacea, pero la verdad es que tiene un montón de problemas y yo prefiero el esquema tradicional de obra pública.
A: Tú siempre estatista… La APP es un tipo de concesión cuyo objetivo es el de asegurar la prestación por parte de un operador privado de un determinado servicio público o del uso de una infraestructura pública, respetando criterios de calidad y cobertura. Pero a diferencia de las concesiones clásicas, en las APPs el Estado contribuye en el pago del servicio u obra de infraestructura en cuestión a fin de lograr sus objetivos en forma más rápida y eficiente.
M: Eso parte del supuesto de que el sector privado es más eficiente que el sector público en la provisión del servicio o en el diseño, construcción y operación de infraestructura. Punto de partida con el cual no estoy de acuerdo.
A: Hay que ser muy terco para no reconocer que el Estado – en términos generales – y el peruano – específicamente – es muy ineficiente y por ende, mejor es entregar estas obras o servicios al sector privado.
M: Más allá de la eficiencia relativa del Estado, yo lo que veo son muchas APPs en que se trasladan todos los riesgos al sector público, donde los privados tienen ingresos garantizados a costa de inmensos subsidios estatales que ni siquiera son bien registrados en la contabilidad fiscal. La experiencia internacional al respecto es contundente: las APPs han fracasado en muchas partes del mundo, incluyendo Europa donde se inventaron. Y ni qué decir de América Latina donde todos estos procesos están manchados con escándalos de corrupción.
A: Puedo estar de acuerdo contigo en que en algunos casos, la asignación de los riesgos no es equitativa. Pero de ahí a decir que mejor es la obra pública hay un abismo! Además, ¿de qué evidencia me hablas?
M: Googlea un poco y verás infinidad de casos emblemáticos como la construcción de la cárcel de Waldeck en Alemania, la ópera de Hamburgo, carreteras en Canadá, u hospitales en Lesotho. Todos ellos, un fracaso con altísimos costos para el Estado.
A: Bueno, esos podrán ser algunos casos…
M: Mira las carreteras del programa IIRSA (interoceánicas). El monto de inversión se incrementó repetidamente y el Estado asegura un peaje mínimo al concesionario aunque por ahí no pase nadie. El Estado peruano se ha llenado de PAOs (pago anual de obras) y PAMOs (pago anual por mantenimiento y operación) que ni siquiera están bien registrados en la contabilidad de la deuda pública, pues al ser pasivos contingentes no hay un estándar aceptado de cómo contabilizarlos. Y encima, estos compromisos del Estado peruano cuentan con una Garantía de Riesgo Parcial del BID, amén de ser contratos de Estabilidad Jurídica… es como si el concesionario se hubiera comprado un bono soberano sin riesgos!
A: En una APP, la inversión se realiza de forma privada y el riesgo también lo debe correr el privado. Si no fuera así, efectivamente se genera un desequilibrio en la asignación de costos y beneficios. El beneficio público es la capacidad de poder gozar de un servicio determinado aun cuando se requiera pagar una cuota o aportación. De cualquier manera se habría tenido que pagar un impuesto para que el mismo servicio sea ofrecido por el Estado, ¿no?
M: Ahí discrepo abiertamente. Como el privado requiere una rentabilidad mayor que el sector público, ello termina generando sobrecostos que los paga o el Estado o los usuarios.
A: Eso sería cierto si y solo si el Estado fuera al menos igual de eficiente que el sector privado, hipótesis que no encuentro razonable.
M: Mira Maynardo, el sistema fue abusado y las supuestas bondades de las APPs se han disipado en un mar de corrupción y compadrazgos. No es casualidad que muchas de las principales APPs de los últimos años estén bajo sospecha. Las APPs son una forma costosa e ineficiente de financiar infraestructura y servicios públicos.
A: Esta vez tú eres el pinchaglobos…
M: Me preocupa además que algunas alianzas público-privadas pueden ser el inicio de la privatización. Me parece que, en la práctica, la mayoría de las APPs sirven para obtener subsidios o regulación más laxa. Como señala un reporte del Banco de Inversiones Europeo: “si eres un buen sector público, no deberías necesitar de APPs; si eres malo, ni te acerques a ellas.”
A: No seas tan negativo. Hay muchas experiencias de APPs exitosas. Fomentarlas nos ayudaría a cerrar la inmensa brecha de infraestructura que tenemos.
M: No seas iluso… Ahora también he escuchado que las construcciones necesarias para los Juego Panamericanos se van a hacer vía APPs. Te puedo garantizar que no llegaremos a tiempo, que no se respetarán los montos presupuestados y, por último, que acabaremos llenos de arbitrajes contra el Estado. ¿Te has dado cuenta la cantidad de arbitrajes existente contra el Estado derivados justamente de APPs?
A: Te compro el tema de que es necesario diseñar bien las APPs y que la repartición de riesgos debe ser equitativa. Pero creo que las APPs son una alternativa muy positiva a la tradicional obra pública. Mira el desastre de las carreteras del Estado en comparación con las carreteras privadas concesionadas. Si en vez de que Petroperú se lanzara directamente a la modernización de Talara, la hubiese concesionado o “apepeado”, ya estaría funcionando la desulfurizadora. El Estado es paquidérmico e ineficiente. Siempre preferiré una APP deficiente a un Estado supuestamente eficiente.
M: Wuasu…! Eso sí que es pura ideología y nada de economía.
A: De la misma forma en que tú defiendes la obra pública a rajatabla sin ver la inmensa evidencia de ineficiencia y corrupción que existe alrededor.

M: Parece que no nos entendemos…

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