Ante los escándalos de corrupción que ponen en tela de juicio nuestras instituciones y modelo económico, nuestros dos economistas conversan sobre el tema. Aquí el diálogo entre Maynardo (M) y Adamo (A).
A: Mi querido Maynardo, ¿qué sensación te dejan todos estos escándalos de corrupción? ¿Será que los peruanos somos corruptos por naturaleza? ¿O es simplemente un tema de incentivos, como señala la teoría económica?
M: Los economistas no hemos sido capaces de identificar cuándo la corrupción se convierte en una traba real para el crecimiento: Regímenes muy corruptos del Sudeste Asiático han crecido mucho en los últimos 50 años.
A: Creo que la corrupción depende en gran medida de cómo la sociedad delega poder en sus autoridades. El poder absoluto del que generalmente gozan los funcionarios públicos para negociar contratos y definir las reglas del juego, junto a la falta de transparencia, facilita la corrupción. Al final, la corrupción es una función de las rentas que los funcionarios públicos pueden obtener por tomar ciertas decisiones que favorecen a tal o cual agente privado.
M: Claro, pero los privados tampoco son santas palomas. ¿Quién paga las coimas a los funcionarios públicos corruptos? ¿Acaso los recientes escándalos no son evidencia de cómo el Estado ha sido capturado por intereses privados que lo utilizan en su beneficio?
A: De acuerdo pero la raíz del problema es que hay rentas que atraen a los corruptos.
M: Si algo queda claro con Lava Jato es que un supuesto beneficio del modelo económico actual, “a menos Estado y más empresa, menos corrupción”, era solo eso: un supuesto. Los hechos demuestran que la fórmula 'más empresas y menos Estado' no sólo no reduce la corrupción sino que, si va acompañada del desmantelamiento de la capacidad de control público, la puede aumentar.
A: Discrepo. Cuanto más grande es el Estado y más frondosa la burocracia y la tramitología, se generan mayores espacios y oportunidades para la corrupción.
M: Miremos la historia Adamo. Como demostrara Alfonso Quiroz en su libro sobre historia de la corrupción en el Perú, los gobiernos más pro-mercado como Echenique, Diez Canseco, Balta y Piérola (durante y después de la épocas del guano) fueron sumamente corruptos. Y, lo mismo se puede decir en el siglo XX de los gobiernos de Leguía y Fujimori.
A: ¿Quieres decir que la corrupción es “patrimonio exclusivo” de los gobiernos liberales? ¿Dónde quedan Alan 85-90, Kirchner, Maduro, Fidel, Putin, y el largo etcétera de gobiernos intervencionistas en extremo corruptos?
M: La corrupción no es exclusiva de ninguna orientación política. Pero la mejor manera de afrontarla es fortaleciendo las instituciones de control y fiscalización, no desmantelándolas. Necesitamos incrementar la probabilidad de identificar los actos de corrupción y la severidad del castigo.
A: De acuerdo, la corrupción debe combatirse sin cuartel, pues disminuye el crecimiento al encarecer y reducir la inversión. Un estudio de 1997 por Paolo Mauro para 67 países, encontró que si un país como Egipto disminuía su nivel de corrupción –llegando al nivel de Argentina– incrementaría su tasa de inversión en 3%. Ese mismo año, Shang-Jin Wei mostró que si el nivel de corrupción de Singapur (el más bajo del mundo) subía al nivel de México (bastante elevado), esto equivaldría a elevar la tasa del impuesto a la renta en 21 puntos.
M: La evidencia no es tan concluyente. El Banco Mundial encontró que países que tienen una corrupción “predecible”, como Tailandia e Indonesia, tienden a tener una mayor tasa de inversión. Huntington y Acemoglu piensan que la corrupción puede ser como el “aceite en el engranaje” que mueve la economía, sobre todo cuando las instituciones son débiles o la tramitología es asfixiante.
A: Eso suena a “no es malo un poco de contrabando…o corrupción.” Jajaja.
M: Tú y tu humor inglés… La corrupción usualmente desvía el gasto público hacia aquellos proyectos donde es más fácil recibir coimas; y lo hace a expensas de programas más prioritarios. La coima es la punta del iceberg. El problema de la corrupción es que se hacen proyectos que no deberían hacerse y, encima, con sobreprecio.
A: Efectivamente y por eso la proliferación de “elefantes blancos”. Típicamente, en países corruptos el gasto en defensa crece a costa de otros programas. ¿Por qué? Por la falta de transparencia y de monitoreo.
M: ¡Obvio! Ahí es mucho más difícil investigar. Pero en el Perú hemos gastado mal en todo y la Contraloría ha estado pintada en la pared.
A: No me hables de la Contraloría… Mejor parafraseo una pregunta de moda: ¿el corrupto nace o se hace?
M: Tal vez la corrupción es inherente al ser humano, pero se exacerba con la cultura. El problema va más allá de los incentivos económicos. Soy escéptico de que la solución solo resida en subir sueldos a los funcionarios públicos y endurecer las sanciones.
A: Elabora.
M: Un estudio de Fisman y Miguel, analizó el estacionamiento de miles de diplomáticos de la ONU en Nueva York. Aquí tenías funcionarios de 146 países con la posibilidad de violar impunemente las leyes de tránsito en virtud de su inmunidad diplomática. Una de las conclusiones es que los patrones culturales de la corrupción son bastante persistentes: estos diplomáticos se comportaban igual que en sus países nativos. Hubo alta correlación entre la posición de los países en un ranking de corrupción internacional y el número de infracciones de sus diplomáticos. Chad y Bangladesh acumularon 2500 papeletas en ocho años, a pesar de que su personal era ínfimo. Los países escandinavos, con mucho más personal, tuvieron solo 12.
A: No creo que los peruanos seamos inherentemente corruptos. Si trabajamos en mejores incentivos, instituciones y transparencia podremos reducir notablemente la corrupción.
M: No lo creo. Analizar la corrupción como un mero problema de incentivos es equivocado. La cultura y los valores son mucho más importantes. Y sin duda, el castigo efectivo. Mientras los corruptos sigan paseándose por la calle como si nada, nunca ganaremos esta batalla.
A: Creo que esta vez coincidimos en mucho...
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