lunes, 10 de julio de 2017

Hablando de “elefantes blancos”

A decir de muchos, el Perú se está llenando de “elefantes blancos”, grandes proyectos de dudosa rentabilidad económica. Nuestros dos economistas conversan sobre dos de ellos: la Refinería de Talara y los Juegos Panamericanos. Aquí el diálogo entre Maynardo (M), a favor, y Adamo (A), en contra.
A: Mi estimado Maynardo, ando preocupado por los “elefantes blancos” en que nos estamos embarcando.
M: ¿Por ejemplo?
A: Elefante #1: La refinería de Talara. El proyecto consiste en ampliar la capacidad de la refinería a 95,000 barriles diarios de petróleo (bdp), cuando la producción nacional apenas alcanza 50,000 bdp en la actualidad y, en pocos meses, La Pampilla podrá refinar 100,000 bdp. ¿Por qué gastamos 5,400 millones de dólares de dinero público en una refinería que no necesitamos?
M: El argumento es seguridad energética. No podemos depender del mercado internacional ni de los refineros extranjeros para contar con combustible, que es un insumo estratégico.
A: ¡Pamplinas! Si estuviésemos realmente preocupados por la seguridad energética, entonces deberíamos promover la exploración y producción de petróleo. Por el contrario, esta industria está en proceso de extinción en el Perú.
M: Podemos discrepar en el significado de “seguridad energética”, pero ¿por qué crees que es un elefante blanco?
A: Tal como señala Ricardo Lago, el costo internacional de una refinería nueva debería de estar entre US$ 15,000 y US$ 20,000 por bdp. Es decir, aún en el caso en que la de Talara fuese necesaria, su costo no debería exceder los 1,900 millones de dólares. ¿De dónde sale todo el exceso de presupuesto?
M: Entiendo que son servicios complementarios como una planta de generación eléctrica y todo el proceso para producir combustibles de bajo contenido de azufre, que como sabes, son altamente nocivos para la salud. Así, la refinería de Talara no solo es un proyecto que generará mucho trabajo en Piura – que tanto lo necesita – sino que genera externalidades positivas, al ser beneficioso para la salud pública.
A: ¿Y para ello vamos a endeudar a Petroperú hasta el cuello? Con el plan de endeudamiento de la empresa, su ratio utilidades operativas/deuda ascenderá a 14 veces, cuando lo recomendable es que sea menor a 4. Petroperú quedará extremadamente endeudada por financiar un proyecto con un retorno económico muy bajo o negativo. Con el barril de petróleo a 50 dólares, no hay forma de que este sea un proyecto con rentabilidad positiva.
M: Claramente, los mercados financieros no comparten tu opinión: la reciente emisión de bonos de Petroperú constituyó un extraordinario éxito. Además, entiendo que a estas alturas la refinería ya pasó el punto de no retorno, pues abortar resulta más caro que concluirlo.
A: El costo no es solo el financiero: lo central es el costo de oportunidad de los recursos públicos. Como dice Julio Velarde, con la inversión de la refinería de Talara se podría construir una carretera central de cuatro carriles. ¡Increíble!
M: Mmm… con este tipo de argumento puedes tirarte casi cualquier proyecto público y llevarnos a la inacción. Además, hoy más que nunca, debemos dinamizar la inversión pública.
A: Otra vez con tu vieja de que lo único importante es el nivel del gasto –por su relación con la demanda– y que la calidad del mismo no es relevante. Lo que hay que hacer, más bien,  es invertir eficientemente y no derrochar los escasos recursos fiscales.
M: ¿Qué otro “elefante blanco” te preocupa?
A: Los Juegos Panamericanos.
M: ¿Tú también vas a empezar con el falso dilema de reconstrucción vs. panamericanos? El deporte peruano necesita de un “gran empujón ”, que lo saque de su letargo; los Panamericanos son una excelente oportunidad para darle ese impulso. ¿Qué tienes en contra del deporte?
A: ¡Nada! Todo lo contrario. Sin embargo, gastar US$ 1,200 millones en organizar los juegos y construir infraestructura deportiva no necesariamente fomenta el deporte peruano. El impacto sería mucho mayor si se gastara una fracción de ese monto en las federaciones deportivas, en entrenadores de primer nivel y en infraestructura básica, en vez de en una “villa olímpica” o en un velódromo…
M: Vamos a ver… el 65% de la infraestructura deportiva necesaria ya existe y lo que falta por construir son básicamente algunos coliseos, el centro acuático y la villa para que vivan los deportistas, mientras que el resto de obras son remodelaciones y adaptaciones de las sedes existentes. Ya no se construirá el espigón en el Callao para el remo, ni el coliseo nuevo de voleibol. El Comité Organizador está tratando de utilizar al máximo la infraestructura existente y minimizar la construcción de “elefantes blancos”.
A: ¿O sea que ni siquiera vamos a poder presentar los juegos como se debe sino que será un edición bastante “franciscana”, lindando en lo burdo? Nadadores de talla mundial en la vieja piscina del Campo de Marte y atletas de élite corriendo en el Estadio de San Marcos?
M: No seas mezquino Adamo. Se cuenta con el apoyo técnico del Reino Unido para la organización de los Juegos; su experiencia con las Olimpiadas de Londres 2012 será muy útil y contribuirá al éxito.
A: Ojalá, pero igual me parece un despropósito. No solo no es la mejor manera de fomentar nuestro deporte, sino que es un gasto absolutamente centralista. US$ 1,200 millones para Lima ¿y el resto del país? Nada. Deberíamos renunciar ya, como lo hizo Denver en 1972.
M: ¿Y hacernos acreedores a una multa de US$ 50 millones y ser vetados de organizar cualquier otro evento por muchos años? Además, confío en que se podrá recuperar parte de lo invertido con los derechos de televisión, los sponsors y el ingreso de los turistas.
A: Eso es iluso Maynardo. La experiencia internacional señala que esta clase de juegos son deficitarios. Las olimpiadas de Montreal 76 generaron un déficit de US$ 2.6 billones y cuya deuda se pagó durante tres décadas. Los de Rio de Janeiro fueron otro fiasco económico. La única ciudad que no perdió fue Los Angeles, que tenía todo lo necesario para organizarlo y no tuvo que construir nada.
M: No estás considerando el terrible costo de imagen para el Perú, aparte de truncar los sueños de cientos de jóvenes deportistas. Renunciar es aceptar nuestra ineptitud.

A: Parece que no nos entendemos…

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